jueves, 6 de agosto de 2015

Cuando la vida es como una galleta que se rompe en la leche

Lucas llega a casa tras una larga mañana en el despacho que se sumó a una larga tarde en la cafetería con sus viejos amigos del instituto y de la universidad. Su esposa, Sonia, está en la cocina preparándole un biberón a la pequeña que lleva el nombre de su madre. El primogénito de ambos, Sergio, también está por ahí danzando. Desde que Sergio fuera apuntado a fútbol se ha vuelto aun más hiperactivo, y eso que sus padres buscaban el efecto contrario.

Sonia se vuelve a su marido, quien se ha sentado en una de las sillas que hay en la cocina, donde suelen desayunar, y le saluda con una enorme sonrisa en los labios.

—Ahora estoy contigo, amor. —Y sale de la cocina, hacia el salón, donde la pequeña de nueve meses llora.

Y Lucas agradece que no tenga en ese momento tiempo para él, porque está pensando cómo poder mirarla a la cara después de haberla visto a ella. Y se siente cobarde aunque nunca haya pasado, se odia, porque todavía sigue pensando en Silvia cuando tiene una vida perfecta. Porque tiene todo lo que nunca jamás ha podido desear, ¿no?

oooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

La cafetería “Los Tres Ciprés” lleva apenas seis meses abierta, pero se ha convertido en un local bastante concurrido por sus pasteles, nadie puede ir a esa cafetería y no comer alguno. Hugo, Leila y Lucas lo acaban de comprobar. Sentados en una mesa, cada uno con un café y con uno de esos pasteles, hablan acerca del trabajo. Hace meses que no ven a Hugo, quien se haya trabajando en un laboratorio. Por su parte, Leila anuncia que la semana pasada la despidieron, y vuelve a estar en busca y captura del trabajo perfecto. Su carrera en historia no le ha servido de nada, puesto que todos los trabajos que ha tenido no han sido relacionados a eso. Lucas omite deliberadamente el ascenso que ha obtenido a comienzo de mes.

Pregunta por Alicia, según los mensajes la joven también iba a ir aquel día. Piensa que lo más seguro es que la joven se hubiera quedado ensimismada delante del ordenador con alguna nueva historia que tuviera en mente, o en su defecto hablando por teléfono con Japón. Su prometido, Matias, se encuentra en aquellos momentos allí por motivos de trabajo. Quien parecía que no iba a ser nunca un hombre de provecho, es quien tiene un mejor futuro por delante.

Cuando Hugo les empieza a contar, con un deje de timidez y con una leve sonrisa que posiblemente ya haya conocido al chico que se merece, Alicia hace acto de presencia, y no va sola. Leila es la primera en ver a la compañía de la chica y su rostro se descompone, haciendo que Hugo callara y Lucas se sorprendiera.

— ¡Mirad quien me he encontrado cuando salía de casa! —Anuncia con una sonrisa, señalando a su lado.

— ¡Hola, chicos! ¡Hola, Lucas! —Silvia sigue igual de guapa que haría unos años, cuando se fue a recorrer Estados Unidos dejando todo y a todos atrás. Cuando Lucas la ve, miles de sentimientos que creían dormidos, vuelven a despertarse. Y por un instante, ni Sonia, ni sus dos hijos existen. Sólo por un breve instante.

Cuando Lucas la ve, miles de recuerdos se aglutinan en su mente. De cuando era joven y tenía muchos sueños que cumplir. Cuando Sonia aun no existía en su vida.  

ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

—Estoy embarazada.

La noticia le cae a Lucas como un jarro de agua fría. No se la espera, y se tiene que sentar en el sofá de la sala. Sonia le ha llamado diciendo que tenía que decirle algo serio, pero jamás se hubiera imaginado que aquello pasaría.

Sólo lo habían hecho una vez y porque lo necesitaba.

Realmente no sabe cómo acabaron en la cama. Pero cuando ve a Sonia en el umbral de su puerta, con una mano abrazándose el estómago como si esperase el momento en el que fuera a echarla de su casa, no se arrepiente de nada. Se levanta y acortar los pasos hasta llegar donde está ella. Rodea su cintura con sus brazos y besa su mejilla antes de buscar sus labios.

—No pasa nada. —Le susurra, besando su cabeza, mientras nota las manos de Sonia en sus brazos. —Te quiero. —Se lo dice de verdad. Las palabras han fluido y él no las ha detenido. Hace tres años que no dice aquellas dos palabras de verdad, y siente que el recuerdo de Silvia ya no duele.

Porque Sonia se ha encargado de hacer que no duela.

oooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

Fue un año antes cuando Lucas “reconoció” a Sonia. La reconoció, porque, aunque no se acordara, la conocía desde el instituto.

Fue una noche de verano, recién acababan de terminar los exámenes y, si todo había salido bien, todos se habían licenciado de la universidad. Estaban en un local en el que ponían las canciones del momento cuando Elena, la chica que meses después tomaría un avión para irse a Francia, apareció de la mano con Sonia. Ambas chicas habían estudiado lo mismo y parecía ser que aquel había sido el momento propicio para llevar a cabo una amistad.

Elena comenzó a presentarles uno a uno. Alicia, Matías, Hugo, Leila, Juanmi, David, Lucas…
—Ah, con razón me sonabas. —Declaró ella con aire de sorpresa. —Hemos ido juntos a clase en bachillerato.

Tiempo después, Sonia le diría que aquello había sido una mentira y que nunca había tenido duda de quién era. La aparición de Sonia fue un soplo de aire fresco a su vida. Comenzó a salir, en un principio arrastrado por ella. Luego por propia voluntad. La joven no dejó que Lucas se quedara encerrado en su casa, con su ayuda, encontró trabajo en una buena empresa, de lo que había estudiado, y comenzó a labrarse un futuro profesional. Empezó a olvidarse de las palabras de Silvia, de perseguir sus verdaderos sueños.

Sonia había resultado ser todo lo que Silvia no era. Sonia no se había ido cuando Silvia si lo hizo…

ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

Silvia decidió irse de un día para otro. A la noche, se estaba acostando en los brazos de Lucas, dos años atrás, y a la mañana siguiente todo el mundo le estorbaba. Lucas le estorbaba. Aunque debería de haberlo sabido. Debería de haberse estado preparando para ese momento. Porque Silvia ya se lo había advertido muchas veces. No quería atarse. Y él había sido un imbécil por enamorarse de ella.

— ¿Y esto va a terminar así?

— ¿Qué quieres que te diga? —Silvia estaba guardando sus cosas, las pocas cosas que se había llevado a casa de Lucas.

— ¿Por qué tienes que irte? —El joven la mira, sentado en la cama.

—Creo que no hace falta que te responda a eso.

—Silvia, por favor.

La chica le mira por unos instantes. Se acerca al joven y le pone una mano en la mejilla, acariciándosela despacio, mirándole a los ojos antes de darle un suave beso en los labios. Lucas cree que si la atrapa en ese beso nunca se irá. Pero lo hace. Se separa de él y le da la espalda, tanto física, como emocionalmente.

—Tengo que hacerlo. No puedo quedarme aquí atrapada.

— ¿Tan malo es quedarse conmigo? —El muchacho se levanta, intenta abrazarla, pero Silvia se deshace de sus brazos y camina alejándose de él. Prometiéndole que nunca más le molestaría, si así lo deseaba.

Pero Lucas no lo quiere, porque en el fondo de su ser sabe que tendrá la esperanza de que vuelva a él. Y prefiere no engañarse ni engañarla. Prefiere ser sincero.

Silvia siempre ha sido un alma libre, y sabe que la culpa es suya por haber pretendido atraparla.

ooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

—Dibujas muy bien. —Silvia se paseaba por la casa de Lucas en pijama corto, denotando que había dormido en su casa, como llevaba haciéndolo el resto de la semana. — ¿Por qué no te has metido en Bellas Artes? Creo que empresariales es una cosa muy seria como para ser estudiada por alguien como tú.

— ¿Me estás llamando poco serio? —Lucas abrazó a Silvia por la cintura cuando la tuvo al alcance y la sentó en su regazo. Ella ni se inmutó, mientras seguía pasando las hojas del cuaderno que él utilizaba en ocasiones para dibujar.

— ¿Yo? Jamás se me ocurriría. —Su risa era melodía para los oídos del joven, quien negó con la cabeza, apoyando la barbilla en su hombro. —Pero dime, ¿por qué no estudias Bellas Artes?

—Mis padres creen que es una carrera sin futuro. —Puso los ojos en blanco.

Silvia se giró a él, soltando el cuaderno encima de la mesa del salón. Parecía haberse sentido ofendida y quizás lo estaba, porque ella estudiaba esa carrera, pero Silvia nunca se enfadaba. Siempre había sido muy hippie y ese rollo de ser “mala” no iba demasiado con ella.

—Dile a tus padres que no están en lo cierto. —Sonaba muy segura de ello, mientras se cruzaba de brazos. En aquellos momentos costaba creer que Silvia tuviera veintidós años. Parecía mucho más pequeña. Siempre parecía más pequeña. — ¿A ti te gusta dibujar? —No podía creer que le estuviera haciendo esa clase de pregunta, aunque acabó afirmando con la cabeza. — ¡Pues eso es lo único importante! Así que nunca dejes de dibujar. No debes de olvidar nunca tus sueños e ir a por ellos.

Y Silvia era la más indicada para decir aquello. La joven siempre hacía caso a sus propios consejos y en efecto, nunca olvidaba por lo que quería luchar. Se llevase a quien se llevase por delante o lastimase a quien lastimase.

Era muy fácil descubrir porque Lucas se había enamorado de ella.

oooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

Había acudido a una de las reuniones de Matías en contra de los recortes en el presupuesto de las facultades. No sabía muy bien porqué lo había hecho, pero lo cierto es que no había estado nada mal.
Matías sabía desenvolverse bastante en esos ámbitos, le había sorprendido bastante. Cuando terminó la reunión, de la que Lucas no sacó nada en claro, el joven se le acercó y le puso una mano en el hombro.

—Nos vamos a comer antes de entrar en clase, ¿te apuntas? —Apenas conocía a aquella gente, quitando a Matías, pero acabó aceptando. — ¡Estupendo! Nos vamos a cafetería de Medicina.

Dicho y hecho, en cuanto la gente que se tenía que ir se había ido, emprendieron el camino a la facultad mencionada.

—Nunca te había visto en una reunión. —Lucas se vuelve a la persona que le ha hablado. Es una joven bastante guapa. — ¿Te vas a unir a la asociación?

—No lo sé. Solo he venido porque Matías me ha insistido mucho y tenía cierta curiosidad.

—Nos hace faltan más personas. Me llamo Silvia y estudio Bellas Artes. —La chica tenía una bella sonrisa.
—Lucas. Empresariales.


No hay comentarios:

Publicar un comentario